jueves, 31 de mayo de 2007

He intentado amarte.

He cerrado los ojos para zambullirme en ese océano de tibieza que me ofreces. He tomado tus manos, aferrándome a ellas con desesperación para espantar el fantasma de la soledad. He murmurado las palabras conocidas de la ternura y el afecto.
Pero todo fue en vano. Inútilmente.
Se que esta confesión te dolerá. Se que pensará que soy una egoísta, sin compasión, que soy una mujer despreciable, que te mentí.
En todo caso fue a mi misma a quien engañé. Hasta darme cuenta de la verdad.
Y cuando supe, cuando descubrí que me estaba inventando una historia de amor construida sobre un pantano, sin cimientos, me hice a un lado.
Te deje el camino libre.
No te cargues de culpas que no tienes. No me cargues de culpas que no tengo.
No creas que si hubieras hecho las cosas de otra manera hubiese sido diferente. En verdad, no había nada que hubiese podido hacer.
Me pareció que te abrí el corazón para que entraras en él. Te pareció que entrabas en el.
Pero mi corazón es aun un terreno vedado. Es un desierto en el que nada puede florecer. Aunque parezca tierra, no es tierra es arena. La arena se devora el agua, como yo tu cariño, sin que ella lo vuelva fértil.
Cada vez que me llamas siento una pena enorme. Cada vez que me llamas, siento que te apenas. Dices que me extrañas. Y que soy cruel. no confundas con crueldad mi imposibilidad de amar. no. no es crueldad. Es ceniza de una fogata. Es un montón de escombros que quedaron de un terremoto.
Yo era el sol en la playa. Era la magia, una canción, una luz, un susurro. Era una mujer y era vida.
Ahora soy solamente una mujer que no se anima. Soy una mujer que tiene miedo ¿lo entiendes?
Para entenderlo, debes dejar atrás los rencores, el orgullo, tu machismo innegable. Para entenderlo, tienes que despojarte de tu armadura y permitir que mis palabras te lleguen hasta el fondo. Porque la única manera de entender la verdad es recibiéndola con humildad.
Yo te digo mi verdad con humildad. Te la digo con la voz opaca, quebrada de llanto. te la digo con los ojos bajos, porque no puedo mirarte a los ojos si sigue creyendo que soy cruel o que en algún momento te he mentido.
Estoy tan herida que no me queda en el alma un lugarcito que no este sangrando.
Óyeme con cuidado. Óyeme si ira, sin considerarte un tonto TODAVIA NO PUEDO AMARTE.
Quisiera hacerlo, tener esa esperanza.
No renazco, no resucito, no reacciono.
Aparentemente estoy bien. La gente me ve bien, guardo las apariencias y hasta sonrío.
Encubro mi desesperación con la elegancia de parecer tranquila, en paz, casi mansa. No he podido salir de mi maldición.
¿Por qué a mí? ¿Por qué otra vez a mi?
Por eso te suplico que no te enojes conmigo. Que no te enojes contigo. Que no te culpes ni me culpes. Que no te acerques tampoco. Porque nada servirá. Porque aun no es tiempo. Porque no se si alguna vez será tiempo. Pero si estoy segura que de dos soledades que se unen no hacen una compañía. Nace una soledad mucho más grande, multiplicada por dos. Una soledad feroz y destructiva.
No puedo amarte todavía para no matar mi ilusión.
No puedo amarte, punto, no podré amarte jamás.

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